La frontera es el síntoma furioso de este momento en que los límites del espacio y del tiempo se han desdibujado. El espacio vencido por la instantaneidad de Internet, el tiempo como el presente continuo de la conexión permanente. La frontera en todas partes, multiplicándose, como el virus de una enfermedad letal.
La “línea roja” para Siria es el ejemplo de una frontera que se vende como virtuosa, pero que sirve para reforzar las fronteras que a EE UU y las potencias europeas les interesan marcar para disputar recursos e influencias. Por lo menos, cabe hacer la pregunta al revés: si no es con armas químicas, ¿a cuántos civiles puede matar el dictador sirio, Bachar el Asad, apoyado por la Rusia de Vladímir Putin, sin herir los sentimientos de los líderes americano y europeos?
Minha coluna no El País (só em espanhol)