Los efectos negativos del conflicto forjado por Putin en la crisis climática ya se notan y sus colegas en el planeta se mueven para lucrarse con la sangre
“Con la crisis entre Ucrania y Rusia nos ha surgido una buena oportunidad”, anunció Jair Bolsonaro. La “buena oportunidad” es la justificación de que hay que extraer potasio para garantizar que Brasil tenga fertilizantes, ya que la guerra ha paralizado la importación de Rusia. El truco es que, para ello, Bolsonaro afirma que es urgente autorizar la minería en tierras indígenas. Es mentira, ya que solo una décima parte de las reservas de potasio conocidas está en territorios de los pueblos originarios, pero la verdad es irrelevante para neofascistas como él. Como el Congreso está dominado por diputados de alquiler, el proyecto de ley, conocido como PL 191, se está tramitando de urgencia, y se espera que se vote en abril. Si se aprueba, la selva amazónica se situará al borde del punto sin retorno.
Sin garantías de conseguir la reelección, ya que en todos los sondeos pierde frente al expresidente Lula da Silva, Bolsonaro se encuentra en un año de o todo o todo. Desde el primer minuto de su Gobierno, su principal proyecto ha sido permitir la explotación depredadora (madera, ganado, soja y minerales) de las zonas aún protegidas de la selva, para garantizar la privatización del patrimonio público.
En el último año, Bolsonaro siente que las agujas del reloj se aceleran. Dar luz verde a la explotación minera en tierras indígenas es su mayor aspiración aún no realizada y también una de sus bazas para aumentar las posibilidades de reelegirse. Si consigue aprobarlo, el golpe será de tal magnitud que la Coalición Brasil Clima, Selvas y Agricultura, que agrupa 324 bancos y grandes empresas, varias de ellas con pasado y presente turbios en el área medioambiental y de los derechos humanos, ya se ha pronunciado con dureza contra el proyecto.
Encabezados por el músico y activista Caetano Veloso, artistas y líderes de los pueblos indígenas celebraron un Acto por la Tierra, en Brasilia, con miles de personas, y se manifestaron en el Congreso contra un conjunto de leyes en trámite llamado “Paquete de la destrucción”. “Pedimos no morir”, dijo la poetisa Elisa Lucinda.
Sin embargo, Bolsonaro y sus diputados de alquiler solo responden a intereses inmediatos. Su instinto es depredador. Les interesa ganar hoy, aunque se coman su propio futuro. La guerra que Vladímir Putin ha emprendido contra Ucrania tendrá un enorme impacto negativo en la crisis climática. Y ya ha comenzado. No únicamente por la subida del precio del petróleo, que solo incentiva el aumento de la producción, sino también porque desvía la atención de las guerras no declaradas que se libran contra soportes vitales como la selva amazónica. Si tuvieran conciencia climática, todos los pueblos del planeta deberían estar gritando contra el PL 191. Pero ¿cómo hacerlo mientras Ucrania y su pueblo están siendo destrozados? Tendremos que aprender, porque, como dice el pensador indígena Ailton Krenak, el futuro es ahora y puede que no haya mañana.
Traducción de Meritxell Almarza.