Los juegos de guerra siguen determinados por los combustibles fósiles en un planeta en colapso climático
Sin poder protagonizar las negociaciones en torno a Ucrania, Jair Bolsonaro se ha ofrecido para el respiro cómico. Conocido por no perder ninguna oportunidad de pasar vergüenza, el presidente brasileño pensó que sería una gran idea hacer una visita a su colega Vladímir Putin y el martes aterrizó en Moscú con su troupe. Podría tratarse solo de otra broma a la que se somete Brasil en la diplomacia mundial, pero la escena muestra hasta qué punto el mundo actual está menos dividido por ideologías y más determinado por los intereses de la vieja economía basada en los combustibles fósiles.