Aunque los hombres de la Iglesia no lo admitan ni en el confesonario, las mujeres de la Iglesia son las que les disputan las almas a las denominaciones evangélicas pentecostales y neopentecostales, que se multiplican a una velocidad acelerada en los asentamientos de pequeños agricultores, comunidades extractivas y aldeas indígenas en la Amazonia.